Detrás de cada serie en plataformas como Netflix o HBO hay una proeza algorítmica que, aunque invisible, es fundamental para que disfrutes del contenido al instante. Cuando consumes una serie o una película no te descargas un único archivo gigante, sino un flujo constante de datos conocido como streaming. El secreto de su eficiencia reside en una tecnología clave: los códecs de vídeo.
El problema: por qué no puedes recibir vídeo “en crudo”
Imagina que un solo fotograma de una película en 4K, sin comprimir, es una fotografía de altísima resolución. Una película tiene 24 de estas “fotografías” por cada segundo. Si multiplicamos eso por la duración total, el tamaño del archivo sería tan gigantesco que necesitarías una conexión a internet de la NASA para verlo sin interrupciones. Sería como intentar beber de una boca de incendios con una pajita. Aquí es donde entra en juego la compresión.
Un códec (abreviatura de codificador-decodificador) es un programa informático diseñado para reducir drásticamente el tamaño de un archivo de vídeo (preferiblemente, minimizando la influencia en la percepción del consumidor final). Actúa como un traductor bilingüe. En el servidor de Netflix, el codificador “traduce” el vídeo a un lenguaje mucho más compacto y eficiente. Luego, tu televisor, móvil o navegador usa un decodificador para “traducir” de vuelta ese lenguaje a la imagen que ves en pantalla. El objetivo es que
Los códecs utilizan trucos muy ingeniosos para ahorrar datos. A muy alto nivel, sus dos estrategias principales son:
Compresión espacial (intra-frame): Analizan cada fotograma por separado y buscan redundancias. Si hay una gran pared azul, en lugar de guardar la información de cada píxel azul, el códec simplemente dice: “toda esta área es de este tono de azul”. Es un principio similar al que usan los archivos de imagen JPG.
Compresión temporal (inter-frame): Aquí está la verdadera clave del streaming. Los códecs saben que, en un vídeo, un fotograma suele ser muy parecido al siguiente. Piensa en una escena donde alguien habla: solo se mueven sus labios y quizás su expresión, pero el fondo permanece estático. El códec envía un fotograma completo (llamado I-frame) y, para los siguientes, solo envía la información de lo que ha cambiado (los labios moviéndose). Así ahorra una cantidad enorme de datos, ya que no tiene que volver a enviar el fondo una y otra vez.
Los efectivos en el campo de batalla: H.264, HEVC y AV1
Durante años, el códec H.264 (o AVC) fue el rey indiscutible, compatible con casi cualquier dispositivo. Su sucesor, H.265 (o HEVC), es más eficiente, ofreciendo la misma calidad con menos datos, ideal para el 4K.
La estrella emergente es AV1, un códec moderno y de código abierto impulsado por gigantes como Google (YouTube), Amazon y Netflix. Su gran ventaja es que es aún más eficiente. Por ejemplo, Netflix utiliza AV1 en dispositivos Android para ofrecer una buena calidad de imagen incluso con conexiones a internet más lentas, reduciendo el consumo de datos de sus usuarios hasta en un 20% sin sacrificar la calidad visual.
En definitiva, los códecs son una pieza de tecnología fundamental que trabaja de forma silenciosa. Gracias a sus ingeniosos algoritmos de compresión y descompresión, permiten que disfrutemos de contenido en alta calidad a través de internet de una forma fluida y eficiente.



Leave a Reply