El impacto medioambiental de la nube
La necesidad, y el consecuente foco en la optimización de los recursos en la nube no atiende únicamente a un interés económico por parte de las grandes empresas. Se trata también de una respuesta a una realidad inevitable: los recursos de los que disponemos son limitados y, por lo tanto, el crecimiento de la computación en la nube también lo es.
Varios artículos científicos estiman que para 2030 el consumo energético de la computación en la nube crecerá exponencialmente. Andrae y Edler (2015) apuntan que las tecnologías de la información, en las que se incluye la computación en la nube, podrían llegar a consumir hasta un 51% de la energía global en el peor de los casos. Este mismo artículo apunta que este aumento podría ser de hasta el 8 y el 21% del global si se toman las medidas adecuadas. Asimismo, el consumo de los centros de datos, cruciales para la computación en la nube, se podría llegar a duplicar en 2030, llegando a representar el 25% del consumo de energía total de las tecnologías de la información.
Los datos anteriores no reflejan el crecimiento exponencial que ha experimentado la inteligencia artificial recientemente. Un estudio de Buya et al. (2023) sugiere que las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de los centros de datos podrían llegar a alcanzar el 5,5% del global. Otro estudio de Goldman Sachs (2023) apunta que el gran crecimiento de la inteligencia artificial en los próximos años vendrá también acompañado de un aumento del consumo de energía del 160% en los centros de datos hasta 2030. De la misma forma, otro estudio de Deloitte (2024) estima el consumo de los centros de datos en 2025 en 536 TWh (un 2% de la energía global), un consumo que podría llegar a los 1065 TWh o el 3,7% de la energía global consumida.
Con estos datos sobre la mesa y en un contexto como el actual de crecimiento desenfrenado, calentamiento global y escasez de recursos, la sostenibilidad de la nube se encuentra en entredicho y es necesario que las empresas y los gobiernos tomen medidas para asegurarla.
Estrategias para la sostenibilidad: ¿realidad o ecoimpostura?
Los tres grandes proveedores de servicios en la nube ya han puesto en marcha estrategias para asegurar la sostenibilidad de la nube. Por una parte, Azure se ha comprometido a que para el 2030 el 100% de su consumo eléctrico provenga de fuentes sin emisiones de carbono. Amazon Web Services (AWS) se marca el mismo objetivo para este año, 2025, mientras que Google plantea una reducción del 50% de sus emisiones para el año 2030 y un objetivo de cero emisiones netas y energía libre de carbono sin fecha concreta . Para ello, dichas empresas están llevando a cabo proyectos de desarrollo de energías renovables y de compensación de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Estas estrategias para la reducción de la utilización de la energía en los centros de datos no están exentas de polémicas. En un artículo publicado en 2024 por The Guardian, se llevó a cabo una investigación entre los años 2020 y 2022 sobre las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de las grandes compañías tecnológicas. Este estudio concluyó que las emisiones reales de estas empresas excedían en un 662% los datos que éstas proporcionaron, debido a que las empresas utilizaron métricas engañosas para el cálculo de las emisiones.
La “basura digital” y la responsabilidad individual
A menudo se habla del término “basura digital” y de los efectos que ésta tiene en el medio ambiente. La basura digital es todo aquello que almacenamos de manera consciente o inconsciente en la nube y que no necesitamos.
Según un informe de Cleanfox (2023), un correo electrónico promedio genera 4 gramos de CO₂. Un correo con un archivo adjunto grande puede generar hasta 50 gramos. Un usuario promedio recibe decenas de correos al día, muchos de los cuales son innecesarios, como notificaciones automáticas, boletines no deseados o spam. Se estima que el 60% de los boletines recibidos nunca son abiertos, mientras que hasta un 90% del total de los correos enviados nunca son abiertos.
Para acabar con esta basura invisible se recomienda subir únicamente aquello imprescindible a la nube, eliminar la información antigua (correos electrónicos, documentos, etc.), darse de baja de boletines y notificaciones no deseados y adoptar hábitos digitales más sostenibles, como enviar correos solo cuando sea necesario o reducir la calidad de las imágenes o archivos enviados si no es imprescindible.
Estas recomendaciones no garantizarán la sostenibilidad de la nube a medio plazo, ya que esto debe venir de la mano de las grandes empresas y los gobiernos. Aún así, cada pequeña acción contribuye al global para lograr una nube sostenible y respetuosa con el medio ambiente.
Conclusión
Los avances tecnológicos de las últimas décadas han supuesto una gran mejora de las condiciones laborales y de la calidad de vida (lamentablemente, de forma desigual). Renunciar a ellos ahora conllevaría un gran retroceso y sería inconcebible. La verdadera cuestión es: ¿cómo podemos mantener estos avances de una manera sostenible? Apelar a la responsabilidad individual para abordar un problema global de este calibre es, por una parte, necesario, pero por otra insuficiente. El desarrollo de las nuevas fuentes de energía, especialmente de las renovables, ayudará a mitigar estos problemas, pero podrían no dar abasto al incremento creciente de la demanda. Es imperativo que las grandes empresas tecnológicas colaboren de forma transparente con los gobiernos para implementar de manera coordinada estrategias que mantengan la viabilidad de la computación en la nube a largo plazo.
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